Bruce Dickinson: Mucho más que una charla… ¡un espectáculo!
“No; yo no pago 50 pavos por ver a Bruce Dickinson hablando de aviones y sobre cómo conseguir tus propósitos en la vida”, me respondía con franqueza un buen amigo el pasado 26 de Febrero, cuando le propuse que me acompañara al evento que iba a tener lugar el mismo día en el interior del Teatro Rialto de Gran Vía, Madrid, y en el cuál, el hiperactivo vocalista de IRON MAIDEN iba a hacer no sé qué…
No os voy a mentir: aunque sentía cierta curiosidad y expectación por saber en qué iba a consistir la presentación del libro del polifacético artista, iba con la idea hecha de que el evento transcurriría tal y cómo mi amigo había descrito con ese tonillo despectivo que a mí me sentó regular: Bruce estaría allí, junto a un intérprete, hablando sobre aviones y sobre lo fácil que es triunfar en la vida si eres listo; la cuestión es que, a diferencia de mi amigo (al que ya deben estar pitándole los oídos) a mí, en particular, la idea de pasar un par de horas cerca de uno de mis ídolos, escuchándolo hablar de lo que sea, se me antoja poco menos que gloriosa…¿qué le voy a hacer, si he nacido gruppie? Sin embargo, tan pronto como el frontman saltó al escenario, advertí cuán equivocados estábamos. Pero luego os cuento más sobre ello…
“Por favor, ya que no estuve allí, ¿serías tan amable de parar de contarnos tu vida y explicar ya en qué consistía el jodido evento?”
Ya voy, ya voy! Bien, como seguro sabéis, este evento – el cual resultó ser un espectáculo – giraba en torno a la reciente edición del libro autobiográfico de Bruce Dickinson, titulado “What this Button Do?”, en español “¿Para qué sirve este botón?”; en primer lugar, con la adquisición de la entrada, estás comprando un ejemplar del libro firmado por Bruce en persona. Aunque muchos/as nos frotamos las manos ante la hipotética posibilidad de saludar al artista en persona mientras nos firma nuestro recién adquirido ejemplar y, por qué no, sacarnos una foto con él, pronto nos caemos de la nube al descubrir que cada libro ha sido firmado previamente por Bruce y que, como era de esperar, el músico británico no está presente en el momento de la entrega. También es importante destacar que la edición del libro que se nos entregó es en inglés, algo que yo agradezco, pero que, por lo que pude escuchar dentro del teatro, resultó decepcionante para muchos. Después de aprovisionarme con una cerveza fresca y un cubo de palomitas pequeño (creo que fui el único idiota de toda la sala que entró a la misma con palomitas…), tomo mi asiento (tercera fila!) y descubro que junto al libro me han entregado una tarjeta de cartón que por una cara reproduce la fotografía de la tapa de “What This Button Do?”, y por el otro lado incluye un enunciado que reza “MIS PREGUNTAS PARA BRUCE SON….” y cinco renglones en blanco sobre los cuáles debíamos escribir las preguntas que tuviéramos para el vocalista/piloto/esgrimista/mil cosas más… y que posteriormente recogerían los acomodadores para entregárselas a alguien que a su vez se las entregaría a Bruce.
Al tomar mi asiento, a escasos metros del escenario, pude escuchar una conversación en la que una chica se quejaba de la falta de cercanía de la estrella para con su público, ya que había estado, horas antes del evento, esperando a Bruce en la puerta del teatro y por lo visto este pasó justo por al lado y decidió ignorarla. Todavía me sorprenden este tipo de reacciones del público: “podría ser más enrollado, más cercano, blablablá….”, ya que creo que un artista no es mejor ni peor por hacerse fotos contigo. De hecho, me vino a la mente una conversación que mantuve hace muchos años con un pez gordo del negocio, y me explicó que IRON MAIDEN no pueden echarse fotos contigo y conmigo, porque eso mismo es parte de su condición de ESTRELLAS. Si por lo general, tú, yo y cualquier hijo de vecino tuviéramos acceso a Steve Harris y a Bruce Dickinson cada vez que se encuentran en un perímetro de, digamos 3km a la redonda por motivos profesionales y artísticos, no los veríamos tan mágicos y únicos. Dicho esto, no estoy defendiendo la frialdad ni la estupidez de los artistas, pero si hablamos de gente como IRON MAIDEN, METALLICA o THE ROLLING STONES, lo veo lógico e incluso natural. Quizás tú o yo nos sintamos especiales y dignos merecedores de esa foto o momento compartido, pero si tú y yo coincidimos, y a ambos nos han saludado, seguramente, quienes dejarían de ser tan especiales, para ti y para mí, serían las figuras en cuestión que nos han concedido tan irrepetible (aunque ya no tanto) momento. Sin embargo, en unos minutos, todos los allí presentes íbamos a ser, simultáneamente, parte de un momento mágico, extraordinario, único y especial.
Sin hacer gala de la presunta puntualidad inglesa que muchos/as seguro podríamos atribuirle al artista británico, a las 20:37 minutos aparece Dickinson bajo los focos del Rialto, recibido por una estruendosa ovación que, me apuesto lo que sea, superó en decibelios a la del 99,9% de los espectáculos que tienen lugar en este teatro. Lleva un micrófono de pinganillo para que sus manos estén libres, y con la derecha sujeta un pequeño mando a distancia/puntero laser que utiliza para cambiar las diapositivas que se proyectan al fondo del escenario y señalar detalles sobre las mismas. Lo primero que me sorprende, aunque también entiendo enseguida, es que no va a haber ningún intérprete, lo que significa que todo el evento va a transcurrir íntegramente en inglés (al igual que el ejemplar del libro que se nos acaba de entregar previamente, sabiendo que ya existe la edición traducida al castellano). Esto fue algo que, inevitablemente, decepcionó a todos/as los/as allí presentes cuyos conocimientos de inglés eran insuficientes para seguir el hilo de lo que el cantante iba a contarnos. De hecho, escuché a varias personas quejarse entre murmullos, y, sin ir más lejos, pude advertir constantemente como el chico que tenía sentado justo a mi derecha no entendió absolutamente nada y las pasó putas durante todo el espectáculo. Tan putas que, antes de que llegara el segundo acto, en cuanto pudo, se levantó y abandonó la sala, habiendo pagado 75 pavazos por estar allí sentado, a escasos metros del que entiendo es uno de sus ídolos.
Si os fijáis, me he referido al evento como ESPÉCTACULO. Y es que a los pocos minutos, tuve muy claro que nos encontrábamos ante un espectáculo, palabra que no es sino uno de los muchos sinónimos de Bruce Dickinson. En esta presentación de su libro, el frontman de IRON MAIDEN vuelca toda su energía, aptitudes e hiper-productividad en su labor cómo comunicador para captar la atención del respetable, y conseguir que dos horas de anécdotas y vivencias contadas se conviertan en una experiencia amena, única, divertida y productiva. Si os han dicho o habéis leído que Bruce dio un monólogo, la fuente está en lo cierto. Y cuando lo tienes delante en plena acción, no puedes dejar de sorprenderte ni un minuto. Muchos/as calificarían de natural y espontánea la presencia y la simpatía de Bruce sobre el escenario como monologuista, pero no nos engañemos; lo que está sucediendo sobre las tablas no es sino una demostración mastodóntica de profesionalidad, aptitudes y genialidad. Y esto, sumado a todo lo que ya sabemos de esta persona, reafirma rotundamente que Bruce Dickinson no es uno entre un millón; es un espécimen, ejemplar o ser humano ÚNICO sobre la faz de la tierra. Alguien irrepetible, constructivo, ejemplar y brillante como pocos en cada campo en el que incurre. Y sobre todo, un entertainer innato.
Durante el monólogo, Bruce realizó un inteligente recorrido por los capítulos de su libro, sin siquiera mencionarlo una sola vez (no me atrevo a confirmarlo al 100%, pero apostaría a que estaba recitando, de memoria, y como si fuera algo natural, párrafos enteros del mismo, palabra por palabra). A pesar de estar vendiéndose y vendiéndonos a: sí mismo, su autobiografía y la cerveza “The Trooper” que ha dejado sobre la mesa alta con un taburete (que nunca usó) situados en mitad del escenario, no repara en señalar la botella de su marca y referirse a ella como “that shit” cuando nos explica que antes de dar un concierto, no se le ocurre ni por asomo probar ni una sola gota de alcohol. La auto-parodia, el ingenio y el sarcasmo no se desprenden en ningún momento de un discurso inteligente que no sabe separar del buen gusto ni cuando saca a relucir las drogas (se fumó su último porro hace más de 40 años, cuando estaba en Samsom, pero algún tiempo después se comió un pastel de marihuana sin saber que era tal en una fiesta de Ronnie James Dio, quien por lo visto, era un porreta de los buenos y no le avisó del ingrediente secreto) , ni cuando habla del sexo (estuvo liado con una dominatrix…), ni cuando cuenta cómo sus maestros le pegaban cruelmente a él y a sus compañeros de clase con una regla de madera de un metro de largo.
Es posible que, si intento convencerte de que las dos horas que el artista pasó sobre el escenario del teatro Rialto estuvieron colmadas de risas y aplausos, te imagines a un montón de heavies riéndole los chascarrillos sin gracia a su héroe de los posters, o a un Bruce Dickinson en horas bajas que ha resultado ser un payaso en el sentido peyorativo que se le da a la palabra… pero lo cierto es que nada de esto fue así. DE VERDAD nos reímos, y mucho, y siempre con él y no de él… menos cuando él también lo hacía, como cada vez que nos ponía una foto suya con bigote, como cuando hizo un repaso a sus pantalones más extravagantes y ridículos de los 80 y los 90, o como cuando confesó su envidia por las bonitas piernas de Steve Harris, a quien le quedaban perfectamente todos los leggins. Repito, siempre desde el ingenio, el vocalista no tuvo el más mínimo complejo a la hora de hacerse burla a sí mismo y sacar relucir los clichés más habituales del mundo del Heavy Metal (si lleváis cadenas, Bruce os aconseja comprarlas en una tienda de mascotas, ya que son de acero inoxidable; nunca por catálogo!). De hecho, cuando ves a Bruce hablar sobre el Heavy Metal y sobre Maiden, te transmite esa sensación de estar hablando sobre una empresa de la cual se sabe como parte esencial, pero al fin y al cabo, la empresa de otro. Y sí, se reconoce honestidad en sus anécdotas.
Conforme transcurría la charla, me preguntaba si llegaría, y en caso de que llegara, cuando sería, algún momento dramático, sobrio o serio. Pero como de si de una sitcom perfectamente hilada se tratase, Bruce NUNCA abandono ese registro desenfadado, irónico y gamberro: ni siquiera cuando habló del alcoholismo y la posesión de armas en Norteamérica a través de una anécdota relacionada con Ted Nudgent (leeros el libro!); ni siquiera cuando hablo de su lucha contra el cáncer. De hecho, incluso entonces consiguió arrancar carcajadas del respetable. El único momento serio de la velada llegó cuando el vocalista habló de su experiencia tocando en Sarajevo; curiosamente, Bruce utilizó textualmente cada una de las palabras que empleó la noche anterior en Late Motiv con Andreu Buenafuente cuando sacó a relucir el tema, lo cual confirma aún más mi teoría de que, por muy espontánea que resulte la velada, Dickinson trae el discurso literalmente estudiado de casa. ¿Es esto algo negativo? No, es profesional.
Tras una hora deleitándonos con un montón de anécdotas que podéis encontrar en su autobiografía, el cantante se retiró durante 20 minutos para volver y poner el punto final al show respondiendo a las preguntas que habíamos escrito en unas tarjetas de cartón que se nos entregaron junto a nuestro ejemplar firmado de “What Does This Button Do?”; honestamente, creo que algunas de las preguntas ya las traía preparadas. Sin embargo, su cara al leer otras, como por ejemplo, “¿El libro lo has escrito tú u otra persona como el de nuestro presidente?”, no tuvo precio. Respondió a una pregunta sobre aviones, ya que, por lo visto, o había varios pilotos en la sala, o también se la inventó para contar otro episodio de su libro. La verdad, no lo sé, pero tanto lo que contó, así por la manera de lo que contó, resultó siempre tan interesante como divertido.
Para terminar, Bruce leyó una tarjeta en la que alguien del público le pedía que cantase algo, a lo que respondió que por contrato no tenía permitido cantar, y además, tenía miedo de que cayera un enorme pie al estilo Monty Python…pero claro, como habíamos sido un público muy agradecido (repito: risas y aplausos cada 2 minutos), se iba a enrollar. Y entonces, se quito el micro, y llego el broche de oro a la velada, y los putos pelos como escarpias: interpretó la primera estrofa de “Revelations” del “Piece of Mind” (1983) y la ovación más escandalosa de la sesión estalló en el Teatro Rialto.
He leído mucho sobre si merecía la pena pagar o no el precio que costaba una entrada para asistir a este evento, cuya gracia reside, básicamente, en estar un rato cerca de un músico al que admiras por sus discos y su voz, escuchándolo hablar. La verdad, no sé si merece la pena pagar un precio por escuchar hablar a uno de tus músicos favoritos, pero por escuchar hablar a BRUCE DICKINSON, definitivamente, SÍ. Extrapolad la energía, la entrega, el ímpetu, la garra y las dotes interpretativas que han hecho del cantante de IRON MAIDEN algo más que eso mismo al ámbito de la comunicación, y os haréis una idea de la última lección sobre aprovechar el potencial del ser humano que nos dio el pasado 26 de Febrero.
En definitiva: un entertainer, un showman y un comunicador excelso. Y para terminar, os diré que al día siguiente pude contrastar en internet que durante cada noche de la gira, al final de cada actuación, contó el cuento de “normalmente no canto, pero como vosotros habéis sido majetes, me voy a enrollar”. “Pues vaya mierda, ¡qué falso!”, pensaréis algunos/as…
¿Sabéis qué? Me importa una mierda lo que penséis: yo he tenido al jodido BRUCE DICKINSON cantando “Revelations” a capela, sin micro y a tres metros de mí. Y tú NO.
Lo siento chicos pero reconociendome de antemano un megafanatico de los Maiden, en mi opinión confundis buenos recuerdos y estupendas experiencias ligadas a la juventud con mercantilismo aprovechando el tirón de una personalidad y una admiración a un personaje, pero si os hace felices la experiencia pues eso es lo importante. A mi desde luego me parece muy triste lo del dickinson, la verdad. Pero vamos, es el. Mismo concepto que la venta de camisetas del che Guevara en el H y M, aunque bueno, los Maiden siempre fueron ante todo un negocio, no olvidemos que es un holding desde 1985, saludos
Genial reseña del evento. Yo también lo pasé genial aunque me da la sensación de que evitó todas las preguntas relacionadas con Maiden. Eso sí, en Alicante no se nos dio ningún ejemplar del libro firmado.
Yo también estuve en la charla (de hecho fui quien le hizo la pregunta sobre Sarajevo, firmada por «Steve Harris»:) y como bien dices me pregunté antes si no había pagado de más por ella…nunca me arrepentiré de haber acudido, suscribo todo lo que comentas en esta excelente entrada de tu blog. Dickinson forma parte de mi vida desde los ocho años y para mi no es sólo la persona, es también el personaje…de hecho casi disfruté más la charla que un concierto de los Maiden. Un saludo!