KRISTONFEST 2013 – SALA SANTANA27, BILBAO – 15/06/2013
Bailando sobre el desierto
Estamos aquí ante uno de esos casos en los que las apariencias no engañan. La imagen que desprende este festival bilbaíno, con su reducido cartel y emplazamiento en una de las mejores salas del norte, es la de una propuesta en la que prima la calidad sobre la cantidad. Sin medio millar de opciones entre las que debatirse, sin la necesidad imperiosa de colocar bandas de relleno para ir sumando horas, la promotora Noise on Tour ha concebido una digna alternativa frente al rosario de concentraciones estivales que pueblan nuestra península.
En esta su segunda edición, el cartel se vio mermado a falta de un par de semanas debido a la escasa profesionalidad que demostraron tener los Karma to Burn. El revés que la organización recibió en toda la jeta, fue resuelto con rapidez proporcionando a las bandas un setlist extendido, semejante al que hubiesen desplegado en sus propias giras. A pesar de lo que pudiese parecer, esta solución de urgencia acabaría por dejar en mera anécdota el feo desplante de los americanos.
Teniendo casi todo el papel vendido quedaba demostrado incluso antes de abrirse las puertas, que la parroquia tenia marcada esta fecha con rotulador de punta gorda. Mogollón de aficionados dando color a los alrededores, rodeando el recinto mientras calentaban motores para lo que se les venía encima. Ambiente festivalero de sábado noche, en medio de un aparcamiento de polígono industrial, la clase de escena que uno raramente imagina cuando se tiene que referir al Stoner.
TRUCKFIGHTERS
Dentro de la sala las cosas iban un poquito más despacio que en la calle. Los Truckfighters aparecerían con la misma puntualidad con la que se acabaría desarrollando toda la velada, y sin la intención de guardarse cartuchos para los rezagados. Desert Cruise como inicio del festival, a modo de demostración de lo que son capaces este rotundo trio de suecos, nos sorprendería por el volumen que tenían preparado. Un arranque muy fuerte en el que ya pudimos constatar cuales eran los roles que tenían adjudicados dentro de su sencilla puesta en escena.
Un bajista que llevaba la voz cantante escorado en una esquina, un batería de los que no se saltan una coma, donde le corresponde y pululando por todo el escenario, un guitarrista empecinado en ser el centro de todas las miradas. Daba la sensación de que nos habíamos topado con una remozada versión de Pete Townsend encaramado sobre las tablas bilbaínas. Botando como un poseso ante la mínima ocasión que se le presentaba, bajando a puntear entre los asistentes -sin seguratas de por medio- y dirigiéndose a la audiencia con una inmensa convicción, acabaría siendo el indiscutible amo y señor del cotarro que aquí se relata.
Obviando al que se encargaba de las seis cuerdas por un momento, hay que mencionar que la banda al completo trenzó una correcta actuación, yendo de más a menos, abusando en determinadas fases de los globos minimalistas que tanto se estilan en el Stoner y consiguiendo sumergirnos en algunas ocasiones dentro de la árida propuesta que nos habían preparado. Sonaron demasiado a menudo como unos Nirvana pasados de porros, una parte de la audiencia lo agradeció canuto en mano mientras otros muchos, pasaban el rato con el buen manejo de instrumentos que se gastaban los suecos. No fueron una mala opción para poner la nota desértica, a falta de formaciones de mayor enjundia como Kyuss, Fu manchu o similares.
ORANGE GOBLIN
Dejaron paso a los Orange Goblin, tras un divertido incidente en él que el guitarra de la formación terminó rematando de cabeza el bajo de su compañero. Risas entre el público, caras largas entre los músicos y una nueva anécdota para contar que nos dejaba esta segunda edición del Kristonfest.
Lo de los londinenses iba a ser mucho más directo que lo que acabábamos de contemplar, mucho más heavy en todos los sentidos y sin que nadie saliese hostiado para rematarlo, una sencilla demostración de metal ingles a cargo de una formación con solera. Rápidamente se lanzarían con cortes de nuevo cuño para detenerse acto seguido, recordándonos su procedencia y dejando claro que habían cruzado el charco sin la sensación de ser teloneros de nadie. Esto último puede que no lo terminasen de conseguir observando en perspectiva el concierto que más tarde se cascarían Clutch, pero nadie puede poner en duda las pelotas que le echaron intentándolo.
Tocaron una variada selección de cortes, que englobaron la práctica totalidad del muestrario con el que se maneja esta gente. Cortes rápidos y sucios como Some you Win, Some You Lose, himnos fumetas como Time Travelling Blues y retazos como Made of Rats, tan heavies como una lluvia de hachas oxidadas. Gozaron para ello de un premeditado sonido farragoso que dotaba al ambiente de cierto tufillo a garito de mala nota, con un Ben Ward que no paraba de incitar a la peña al paroxismo, unos músicos que no desentonaban en ningún momento y la actitud con la que las bandas suelen acabar saliendo a hombros, poniendo la guinda.
Momentos para recordar hubo unos cuantos y de muy diferente color cada uno de ellos. El enorme cantante proclamando que quería que el caos se adueñase de la Santana justo antes de Filthy and the Few, los tremendos latigazos que metía el de las cuatro cuerdas durante Cosmo Gozo, uno de los más espectaculares vuelos sin motor que jamás haya presenciado a cargo de un animoso espectador o el emotivo recuerdo a Hanneman para presentar Quincy The Pigboy, fueron tan solo algunos de los que merecieron ser mencionados.
Terminaron con el mismo empuje con el que habían comenzado, provocando pogos a su alrededor y con Scorpionica rematando los minutos a base de riffs incendiarios. Atrás quedaba hora y media escasa de stoner medido, retazos macarras a lo Motor y una formación que ha sabido cómo ir envejeciendo, sin perderse para ello por el camino.
CLUTCH
De esta manera tan sencilla, sin haber tenido que sudar demasiado la camiseta, nos habíamos plantado en la recta final del Kristonfest a la espera del tiro de gracia, Clutch no iban a dudar en concedérnoslo. Lo suyo fue de categoría especial, de primera división o de mear y no echar gota hablando mal y pronto, una exhibición propia de grupo grande que toca en recintos abarrotados, y que suena aplastantemente bien. Suyos fueron los mejores minutos de este peculiar festival bilbaíno.
Comenzando con Crucial Velocity y terminando un buen rato después con The Wolf Man Kindly Requests, los de Maryland tomarían por las bravas el recinto y se permitirían el lujazo de ir desgranando uno a uno su último disco, sin que nadie se atreviese a llevarles la contraria en ningún instante. Neil Fallon gobernando el garito a su antojo y los tres músicos que le guardaban las espaldas, sin la necesidad de dar un solo paso al frente, con la misión de clavar todas las notas que brotaban de sus instrumentos, poco importaba cual fuese la pieza que viniese a continuación, la perfección siempre era innegable.
Intercalaron tres joyas del Blast Tyrant ante la avalancha de nuevos temas que nos estaban arrojando. The Mob Goes Wild, Profits Of Doom y The Regulator fueron las escogidas, colocándose las dos primeras justo en el momento de prender la mecha y la tercera dispuesta para que pudiésemos coger aire. El setlist en cualquier caso era lo más anecdótico de toda la actuación, siendo esta una banda que varía su repertorio concierto a concierto, estaba claro que la selección no influiría en el resultado final. Sobresalieron de todos modos entre tanto corte inmaculado-mas por el alboroto que montaron que por otra cosa-DC Sound Attack y Electric Worry, esta última provocando momentos de éxtasis y lanzamientos de katxis por los aires.
Terminaron intachablemente pero sin el fulgor con el que se despidieron antes de los bises. Este puede que fuese el único pero que podría acabar poniéndoseles, si es que alguno tuviese la intención de buscarle tres pies al gato. Su actuación fue demoledora, entretenida, cristalina en cuanto a sonido, precisa y directa como un puñetazo a traición, digna de cerrar un festival por todo lo alto y absolutamente inolvidable en todos los sentidos que uno pueda llegar a plantearse. El año que viene veremos si alguien consigue superar el listón que han colocado los de Maryland.