LIVE GUITAR NIGHT 2010 – SALA PENÉLOPE, MADRID – 05/02/2010
Viernes 5 de Febrero de 2010, 20:00 horas, y yo entrando en la sala Penélope de Madrid con un nosequé en el estómago. Tal vez mis entresijos sabían que iba a ser testigo de algo especial. Y no era el único. Conforme la sala se va llenando (y se llenó hasta los topes), la carga de expectación entre los allí congregados se vuelve casi eléctrica; pero las chispas no terminan de saltar hasta las 20:30 cuando, con puntualidad casi británica, sale al escenario Jorge Salán. Nadie lo presenta y no es necesario. Él mismo nos mete en situación con un solo-introducción de guitarra, sin más acompañamiento que el agitar de la melena. A partir de aquí, la locura…
“Noche de guitarras en vivo”, se llama el evento, y cumple con lo prometido. No voy a descubrirle a nadie a estas alturas la calidad técnica de Salán, pero es que sería un pecado no hacer hincapié en el hecho de que, de haber nacido fuera de nuestro ingrato país, sería mundialmente conocido. Un Satriani pata negra, que si bien no parece conectar con el público, nos enchufa desde el primer acorde al concierto, a base de técnica, pese a su falta de carisma.
Poco a poco, las botellas de agua que se veían sobre el escenario antes del concierto, dan paso a los tercios de cerveza. Y se nota. Los músicos se van soltando y nosotros, también. Ya somos suyos.
Jorge Salán hace fácil lo que para otros no es más que ciencia ficción musical, acompañado por una banda impecable, que parece dispuesta a seguirle hasta el mismo infierno de ser necesario (yo lo haría). Pero no es hasta que se arranca con “The Sky is Crying”, que se mete a la gente definitivamente en el bolsillo. Paradójicamente se trata de un blues lento, triste, melancólico, pero que en sus manos es toda una muestra explosiva de lo que hemos venido a ver. A destacar la facilidad con la que sigue cantando las estrofas (además posee una gran voz), al tiempo que realiza vertiginosos tappings combinados con punteos a velocidad de la luz.
Para terminar nos obsequia con un adelanto de su nuevo disco, “Estatuas en la Calle”, a la venta el 23 de Febrero, y nos presenta “Cuando los Tiempos Cambien”, un tema que, si sirve de presentación del nuevo trabajo, merece la pena echarle un vistazo. Promete Rock, Rock y Rock.
Y Jorge Salán se despidió (“volveré”), y todos pusimos cara de “yo ya, cariño, ¿tú qué tal?”. Pero tras el cigarrito de después y comentar la jugada; puesto que aun había amantes insatisfechos, Javier Vargas hizo su aparición. Mucho y buen Blues es lo que corre por las venas de este veterano guitarrista, que combina como nadie los punteos convencionales con el slide. No fue hasta mediado el concierto que conseguí averiguar de dónde sacaba el “cuello de botella”, pues aparecía y desaparecía de su dedo como por arte de magia. Y magia (negra, eso sí) es lo que hace este tipo del que sólo puedo decir que vive del blues, y siendo madrileño eso es decir mucho.
Comenzó con un pequeño homenaje a Pappo (bluesman argentino tristemente fallecido en accidente de moto hace unos años) con temas como “el tren de las 4:16” o “el club de Blues local”, excepcionalmente cantadas por el bajista, Luis Mayo. Disfrutamos a lo grande; de la guitarra de Vargas, claro, pues estaba tan alta que no dejaba que se escuchara a nadie más. Una pequeña pega, pero a mis ojos imperdonable, pues lo que le falta a este monstruo de la guitarra es un poquito de humildad. Eso sí, era noche de guitarras y de guitarra nos hinchamos. Incluso se atrevió con “la cucaracha” en medio de un solo, detalle jocoso que el público aplaudió a rabiar.
Pero la euforia se desató de verdad cuando sonaron las primeras notas de “Purple Haze”, que Tim Mitchel cantó con un gusto que tan sólo pudimos intuir, pues no se le oía demasiado (Javier, ese volumen…) “People get Ready” resultó especialmente estimulante, pues la voz se escuchó muy bien, y el slide de Vargas sonó envolvente, potente y con mucho Soul. Tras presentar a toda la banda (al menos en los solos pudimos escucharlos, pues Vargas abandonó el escenario), Jorge Salán cumplió su promesa y salió a medirse con Javier Vargas, quien se esmeró en taparle a base de volumen.
A pesar de que tuvimos que forzar el oído, pudimos disfrutar de un mano a mano irrepetible en el tema “Black Cat Boogie”, y de un duelo a lo cruce de caminos entre el slide de Vargas y los dedos mágicos de Salán. Un amigo de los guitarristas, Peter… (baja la guitarra, Javier, que no escuché el apellido), se arrancó a cantar “Love me Two Times” y “L. A. Woman” de los Doors. Todo iba sobre ruedas. Vargas comenzó a tocar “whole lotta Love” y, duchazo frío, alguien de la sala le hizo un enérgico gesto de “corta ya”, con lo que nos dejó con la miel en los labios y con una extraña sensación de coitus interruptus. Y eso fue todo, aparte de un cero a la sala que, no sólo nos cortó el rollo en lo mejor, sino que nos echó de mala manera enseguida.
Lo dicho, un conciertazo, a pesar de la falta de carisma de Salán y del impresionante ego de Vargas.
Autor: Lorenzo Gallardo Cohnen
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